RISA Y PENITENCIA - Octavio Paz

Fragmentos de "RISA Y PENITENCIA" de Octavio Paz.

Acerca de una figurilla de barro totonaca encontrada en el centro de Veracruz. De un texto más amplio escrito por Octavio Paz en París, el 4 de febrero de 1962.

Por las rendijas de la ventana del fondo entra el sol. Las persianas metálicas chillan como pájaros de hierro. El sol da tres pasos más. Descorro la cortina. El sol no tiene cuerpo y está en todas partes. Atravesó montañas y mares, caminó toda la noche, se perdió por los barrios. Ha entrado al fin y, como si su propia luz lo cegase, recorre a tientas la habitación. Busca algo. Palpa las paredes, se abre paso entres las manchas rojas y verdes del cuadro, trepa la escalinata de los libros… El sol sigue buscando… en cada mejilla un hoyuelo y dos incisiones rituales, la cabecita ríe. El sol  se detiene y la mira. Ella ríe y sostiene la mirada sin pestañear.

Ríe con el sol. Hay una complicidad, cuya naturaleza no acierto a desentrañar, entre su risa y la luz. Con los ojos entrecerrados y la boca entreabierta, mostrando apenas la lengua, juega con el sol como la bañista con el agua. El calor solar es su elemento… Ríe para sí y porque sí. Ignora nuestra existencia; está viva y ríe con todo lo que está vivo. Ríe para germinar y para que germine la mañana. Reír es una manera de nacer.

La actitud y la expresión de las figurillas evocan la imagen de un rito. Los muñecos totonacas, como los santos, demonios, ángeles y otras representaciones de lo que llamamos, con inexactitud, “arte popular”, son figuras asociadas con alguna festividad. Su función en el culto solar, al cual indudablemente pertenecen, oscila tal vez entre la religión propiamente dicha y la magia.

Lo que distingue a los dioses de los hombres es que ellos juegan y nosotros trabajamos. El mundo es el juego cruel de los dioses y nosotros somos sus juguetes. En todas las mitologías el mundo es una creación. Los hombres no son necesarios; no se sostienen por sí mismos sino por una voluntad ajena: son una creación, un juego. El rito destinado a preservar la continuidad del mundo y de los hombres es una imitación del juego divino, una representación del acto  creador original.

En efecto, el trabajo es lo que da sentido a la naturaleza; transforma su indiferencia o su hostilidad en fruto, la vuelve productiva. El trabajo humaniza al mundo y esta humanización es lo que le confiere sentido… Por la risa el mundo vuelve a ser un lugar de juego, un recinto sagrado, y no de trabajo.
Entre hombres y dioses hay una distancia infinita. Los hombres pueden parecerse a los dioses; ellos nunca se pueden parecer a nosotros.

Y los dioses de los antiguos mexicanos poseen una carga de energía sagrada que no merece otro calificativo que el de fulminante. Por eso nos fascinan.

Los dioses están más allá de la seriedad del trabajo y por eso su actividad es el juego; pero es un juego impasible.
No sabemos si los dioses de México ríen o sonríen: están cubiertos por una máscara.

Las figurillas totonacas ríen a plena luz y con la cara descubierta. No encontramos en ellas ninguno de los atributos divinos… Viven en la atmósfera divina pero no son dioses.
Las figurillas pertenecen, espiritualmente, a una época anterior a las grandes religiones rituales-antes de la sonrisa indiferente y de la máscara aterradora, antes de la separación de dioses y hombres. Vienen del mundo de la magia, regido por la creencia de la comunicación y de la transformación de los seres y las cosas. *

Talismanes, amuletos de la metamorfosis, las terracotas rientes nos dicen que todo está animado y que todos son todo. Una sola energía anima la creación. Mientras la magia afirma la fraternidad de  todas las cosas y criaturas, las religiones separan al mundo en dos porciones: los creadores y su creación y, en consecuencia, la metamorfosis, se logra por procedimientos como la imitación y el contagio. No es difícil descubrir en las figurillas totonacas un eco de estas recetas mágicas. Su risa es comunicativa y contagiosa; es una invitación a la animación general, un llamado tendiente a restablecer la circulación del soplo vital.

La risa es anterior a los dioses… en otras ocasiones, su risa es eco o nostalgia de la unidad perdida, es decir, del mundo mágico.

Los niños juegan a mirarse frente a frente: aquel que ría primero, pierde el juego. La risa se paga. Ha dejado de ser contagiosa. El mundo se ha vuelto sordo y de ahora en adelante sólo se conquista con el esfuerzo o con el sacrificio, con el trabajo o con el rito.

A medida que se amplía la esfera del trabajo, se reduce la de la risa. Hacerse hombre es aprender a trabajar, volverse serio y formal. Pero el trabajo, al humanizar a la naturaleza, deshumaniza al hombre. El trabajo literalmente desaloja al hombre de su humanidad. Y no sólo porque convierte al hombre en asalariado sino porque confunde su vida con su oficio. Lo vuelve inseparable de su herramienta, lo marca con el hierro de su utensilio. Y todas las herramientas son serias. El trabajo devora al ser del hombre: inmoviliza su rostro, le impide llorar o reír. Cierto, el hombre es hombre gracias al trabajo; hay que añadir que sólo logra serlo plenamente cuando se libera de la faena o la transmuta en el juego creador.

El sol no se va. El sol vive en otro tiempo, es otro tiempo, finito e inmortal (finito: se acaba, se gasta; inmortal: nace, renace con a risa pueril y el chorro de sangre)…. Sol que está en el secreto de la verdadera risa, la de la cabecita del tercer estante. Para reír así, después de mil años, hay que estar absolutamente vivo o totalmente muerto. ¿Sólo las calaveras ríen perpetuamente? No: la cabecita está viva y sonríe. Sólo los vivos ríen así.


* No quiero decir que, literalmente, la magia sea anterior a la religión. En toda la religión hay elementos mágicos y viceversa. Ahora bien, la actitud mágica, desde el punto de vista psicológico, es el sustento de la religiosa y, en ese sentido, es anterior a esta última.

París, el 4 de febrero de 1962.
Puertas al campo, México, UNAM, 1966 [OC, vol. 7]